No cuesta nada hacer este cambio: ponés un recipiente con tapa en la cocina y cada vez que pelas una verdura o fruta, ponés las cáscaras, semillas y todo lo que sobra en el recipiente. También podés tirar las cáscaras de huevo, el té, café y yerba usados (Acá y acá podés ver y leer sobre un programa de reciclaje de yerba que está implementando la Intendencia de Montevideo - por lo menos empezaron por algo).
Lo importante es que no sean alimentos ya procesados, ni lácteos o carnes que den mal olor o atraigan bichos. Y si te preocupa mucho tener los restos orgánicos afuera podés guardarlos en la heladera o freezer.
La cuestión que muy pronto habíamos acumulado varios recipientes llenos de desechos orgánicos y necesitábamos pasar a la siguiente etapa de depositarlos en un contenedor más grande donde pudieran empezar a convertirse en abono.
Para entonces Fadi ya había terminado su primer (y debo decir, hermosísimo) cajón para abono, hecho con maderas, clavos y chapas recicladas.
Hecho con tecnología de avanzada: separado del suelo para que circule el aire, con una tapa arriba por donde agregar los nuevos residuos y una puerta al frente que se levanta para sacar el abono desde abajo: el Rolls Royce de los "compost bins".*
Juntando un poco de tierra para agregar al abono |
No quedaba más que pasar los residuos orgánicos al cajón y ponerlos en capas alternadas con otra materia "marrón" o seca como pasto, hojas, diarios secos, paja o tierra. Luego, es cuestión de revisar de vez en cuando, cuando mucho revolver o agregar agua, y esperar a que se convierta en "oro negro".
Diarios secos es una buena alternativa si no se tiene otra materia seca a mano. |
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